El papa Benedicto XVI iniciará este lunes una visita oficial de dos días a Cuba, sobre la que tienen grandes expectativas tanto el gobierno de la Isla, que espera una condena pública al bloqueo económico estadounidense, como la disidencia, que ve en la presencia del pontífice una bisagra para profundizar los cambios políticos en el país.
El sumo pontífice llegará a Santiago de Cuba, procedente de México, 14 años después de la primera visita papal a la isla, pero encontrará varias diferencias en el escenario que recibió a Juan Pablo II en 1998, en aquella visita que marcó la reconciliación entre la Iglesia y el castrismo y abrió el paulatino proceso del renacimiento religioso entre 60 por ciento de los 11 millones de cubanos considerados católicos.
El papa encontrará un “pueblo seguro de sus convicciones”, aseguró días atrás el diario oficial Granma en una nota en la que afirmó que los cubanos recibirán con “afecto y respeto” a Benedicto.
Joseph Ratzinger celebrará una primera misa al aire libre en la plaza Antonio Maceo, de Santiago, después de ser recibido por el presidente Raúl Castro y, si bien no está en la agenda, el Vaticano no descartó un posible encuentro con el hermano del mandatario y líder de la Revolución, Fidel.
El martes, el papa alemán visitará el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, símbolo de unidad del catolicismo y de la historia del país, y también venerada como la deidad Ochún en los cultos sincretistas de la santería cubana.
El santuario, a 20 kilómetros de Santiago de Cuba, fue restaurado especialmente para que Benedicto rinda tributo de manera oficial al 400mo. Aniversario del descubrimiento de la imagen de la también llamada “virgen mambisa”.
El miércoles, ya en La Habana, el pontífice tendrá su recibimiento oficial y celebrará el acto central de su visita con una misa a cielo abierto en la Plaza de la Revolución, donde se espera una masiva concurrencia, incluyendo a casi 400 cubanos exiliados en Miami.
Es en esta homilía en la que se espera que Benedicto condene el bloqueo económico de más de medio siglo, tal como días atrás se pronunció oficialmente el Vaticano, al dar detalles del viaje del sumo pontífice.
En tanto, sectores de la disidencia, como el grupo Damas de Blanco, aspiran a que el papa aborde la situación de los derechos humanos y se reúna, al menor por pocos minutos, con sus representantes, lo cual tampoco está en la agenda.
Granma acusó días atrás a grupos de exiliados y a la disidencia interna de pretender “politizar” la visita del papa y atribuyó a esa intención algunos incidentes con la oposición registrados la semana pasada con el fin de presionar al Vaticano y al pontífice “para que se pronuncie contra el proyecto revolucionario”.
La Iglesia católica cubana adquirió un papel clave como interlocutora del gobierno y la oposición, cuya máxima expresión se plasmó cuando el arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, negoció con Raúl Castro la liberación de decenas de disidentes presos en 2010.
En cambio, Estados Unidos es más moderado al momento de esperar cambios en Cuba a partir de la estadía del jefe de la Iglesia católica.
“Vemos el viaje del papa como una oportunidad para dejarle claro al gobierno cubano las preocupaciones internacionales”, sostuvo días atrás el secretario de Estado adjunto interino para Asuntos Públicos, Mike Hammer.
Sin embargo, el funcionario reconoció que lo que haga o diga Benedicto XVI en Cuba “son decisiones que tiene que hacer cada visitante”, aunque consideró importante que “se oigan las preocupaciones, sobre todo con respecto a la falta de democracia y la falta de respeto a los derechos humanos”, según señaló.
El viaje del papa no se produce en el mejor momento de las ya tensas relaciones entre La Habana y Washington, cuyos funcionarios fueron los únicos en poner obstáculos para que Cuba no fuera invitada a la Cumbre de las Américas que se celebrará en Colombia el mes próximo.
El sumo pontífice llegará a Santiago de Cuba, procedente de México, 14 años después de la primera visita papal a la isla, pero encontrará varias diferencias en el escenario que recibió a Juan Pablo II en 1998, en aquella visita que marcó la reconciliación entre la Iglesia y el castrismo y abrió el paulatino proceso del renacimiento religioso entre 60 por ciento de los 11 millones de cubanos considerados católicos.
El papa encontrará un “pueblo seguro de sus convicciones”, aseguró días atrás el diario oficial Granma en una nota en la que afirmó que los cubanos recibirán con “afecto y respeto” a Benedicto.
Joseph Ratzinger celebrará una primera misa al aire libre en la plaza Antonio Maceo, de Santiago, después de ser recibido por el presidente Raúl Castro y, si bien no está en la agenda, el Vaticano no descartó un posible encuentro con el hermano del mandatario y líder de la Revolución, Fidel.
El martes, el papa alemán visitará el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, símbolo de unidad del catolicismo y de la historia del país, y también venerada como la deidad Ochún en los cultos sincretistas de la santería cubana.
El santuario, a 20 kilómetros de Santiago de Cuba, fue restaurado especialmente para que Benedicto rinda tributo de manera oficial al 400mo. Aniversario del descubrimiento de la imagen de la también llamada “virgen mambisa”.
El miércoles, ya en La Habana, el pontífice tendrá su recibimiento oficial y celebrará el acto central de su visita con una misa a cielo abierto en la Plaza de la Revolución, donde se espera una masiva concurrencia, incluyendo a casi 400 cubanos exiliados en Miami.
Es en esta homilía en la que se espera que Benedicto condene el bloqueo económico de más de medio siglo, tal como días atrás se pronunció oficialmente el Vaticano, al dar detalles del viaje del sumo pontífice.
En tanto, sectores de la disidencia, como el grupo Damas de Blanco, aspiran a que el papa aborde la situación de los derechos humanos y se reúna, al menor por pocos minutos, con sus representantes, lo cual tampoco está en la agenda.
Granma acusó días atrás a grupos de exiliados y a la disidencia interna de pretender “politizar” la visita del papa y atribuyó a esa intención algunos incidentes con la oposición registrados la semana pasada con el fin de presionar al Vaticano y al pontífice “para que se pronuncie contra el proyecto revolucionario”.
La Iglesia católica cubana adquirió un papel clave como interlocutora del gobierno y la oposición, cuya máxima expresión se plasmó cuando el arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, negoció con Raúl Castro la liberación de decenas de disidentes presos en 2010.
En cambio, Estados Unidos es más moderado al momento de esperar cambios en Cuba a partir de la estadía del jefe de la Iglesia católica.
“Vemos el viaje del papa como una oportunidad para dejarle claro al gobierno cubano las preocupaciones internacionales”, sostuvo días atrás el secretario de Estado adjunto interino para Asuntos Públicos, Mike Hammer.
Sin embargo, el funcionario reconoció que lo que haga o diga Benedicto XVI en Cuba “son decisiones que tiene que hacer cada visitante”, aunque consideró importante que “se oigan las preocupaciones, sobre todo con respecto a la falta de democracia y la falta de respeto a los derechos humanos”, según señaló.
El viaje del papa no se produce en el mejor momento de las ya tensas relaciones entre La Habana y Washington, cuyos funcionarios fueron los únicos en poner obstáculos para que Cuba no fuera invitada a la Cumbre de las Américas que se celebrará en Colombia el mes próximo.
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