El sábado 19 de noviembre, en la víspera del asesinato que convulsionó al pueblo riojano de Aimogasta , los suboficiales Horacio Lucero (28) y César Alfredo Mendoza (27) se presentaron en la comisaría local a eso de las 20. Como casi todos los fines de semana, iban a cumplir juntos una guardia nocturna. Habían sido destinados a la seccional local hacía un año, pero hasta esta semana casi nadie los conocía de nombre . La mayoría se refería a ellos como el “policía petiso y el policía flaco que andan juntos en el patrullero”.
Belén
Brizuela, en cambio, era nacida y criada en Aimogasta. Tenía 18 años,
era la más chica de una familia muy conocida en el pueblo y la debilidad
de su papá, Carlos, un folclorista famoso que además trabaja alquilando
mesas, sillas o vajilla para fiestas. Esa misma tarde, más o menos a la misma hora
en que los dos policías arrancaban su guardia, la chica comenzó a
mandarse mensajes con su amiga Vanesa Avila (20) para arreglar cómo iban
a ir vestidas esa noche a un baile.
“Yo le dije: ‘Somos enanas, tacos’; ella me contestó: ‘Yo también, taquitos’. Lo raro es que Belén no era de vestirse, siempre andaba de zapatillas, pero ese día se puso re bonita y hasta le desfiló al papá en la casa antes de que yo la buscara”, recuerda ahora su amiga.
Esa noche, mientras los suboficiales Lucero y Mendoza ya hacían su ronda en una camioneta, varios de sus compañeros eran destinados a custodiar un baile en el club San Francisco , frente a la plaza. Tocaba por última vez en el año el grupo cuartetero Al Rojo Vivo .
“En esos bailes siempre hay pelea y por eso el padre de Belén no quería que ella fuera. Pero la dejó porque le dije que mi papá nos llevaba y a la salida nos iba a esperar afuera”, cuenta Vanesa.
La chica y su papá pasaron por la casa de Belén a las 0.35. El hombre las llevó a las dos en su moto a la plaza. Ahí, ellas se encontraron con otras tres amigas. Charlaron en un kiosco hasta que, a las 2 de la mañana, largó el baile y entraron al club . “Yo había llevado la cámara y Belén me decía que cuando cantara Julián, uno de la banda, se iba a subir al escenario para que le sacara una foto. Tenía fotos con todos menos con él, que al final esa noche no alcanzó a subir a cantar”, cuenta Vanesa.
Belén estaba de novia con Nicolás Palacios (21). La historia entre ellos bien podría inspirar una de esas cumbias románticas que la chica citaba casi a diario en su página de Facebook. Se habían conocido en la escuela nocturna de Aimogasta y, en cierta forma, pertenecían a mundos distintos: ella era la hija menor de una familia que no es la más rica, pero sí una de las más queridas del pueblo; él, en cambio, es el mayor de una familia pobre que vive en el barrio más temido y estigmatizado.
Unos dicen que eran novios desde hacía un año. Otros, que sólo se veían de vez en cuando. “Esa noche, Belén y Nicolás se estuvieron mandando mensajes, pero no los vi juntos”, cuenta Vanesa.
La tragedia los reuniría .
Esa noche, en el baile hubo cinco peleas entre distintos chicos. Ellas las ignoraron, se sacaron fotos y bailaron con amigos. Pero cuando estalló la sexta pelea, Belén vio que un policía sacaba a Nicolás del baile y decidió que se iba a ir afuera con él . “Se me acercó y me pidió que le tuviera los chicles. Después me señaló a dos chicas amigas suyas que estaban con nosotras, me dijo: ‘Cuidalas, ya vengo’. Y se fue”, dice Vanesa, sobre la última vez que se vieron .
Eran poco más de las 4 de la mañana del domingo 20 de noviembre. A esa hora, los policías Lucero y Mendoza escucharon en sus handys que había peleas en el baile del club y que sus compañeros estaban sacando a algunos chicos de adentro. Entonces, encararon con la camioneta hacia la plaza.
En los días posteriores, lo que pasó después pasó de ser una historia más o menos homogénea a tener variantes diametralmente opuestas (ver Una causa...
). La principal versión es la de Nicolás Palacios y su hermano Diego (17) “Nicolás había ido al baile con Diego y unos primos. Tipo cuatro tienen una pelea y los sacan. A Diego se lo lleva medio abrazado un policía que lo conoce y le dice: ‘Vayan, dejen de joder’”, cuenta a Clarín su madre, Beatriz. “Eran un grupo de siete y al salir fueron hasta la esquina de la plaza, adonde tenían un auto.
Nico iba de la mano con Belén adelante y el resto, atrás. Mientras ellos se despedían, los otros entraron al coche”.
En ese momento, aparecieron los policías Lucero y Mendoza. Les cruzaron la camioneta delante del auto y Lucero se bajó por el lado del acompañante. “Los policías les dicen que se vayan, ellos contestan que no hacen nada malo. Les insisten de mala forma y Diego les pide respeto. Ahí el policía petiso (Lucero) le dice: ‘¿Qué, sos bocón?’. Y lo golpea en la panza con el caño de la escopeta. Nico ve eso y le dice al petiso: ‘¿Qué te pasa?’. Entonces se baja el policía flaco (Mendoza), también con la escopeta, se va hacia él y empiezan a los empujones. En un momento, el petiso hace un tiro al aire y Nico suelta al flaco. Ahí, ese le da un culatazo en la cabeza que le abre un tajo en la frente y lo tira. Cuando Nico se levanta, Belén le ve la sangre y se acerca. Dicen que todo pasó en segundos: ella se arrima, se oye un segundo disparo y Belén cae seca. Ahí el policía flaco grita: ‘¿Qué hiciste?’ y el petiso dice: ‘Uy, qué hice’”.
Enseguida, en la plaza frente a la cual había caído muerta Belén se desataba el caos: había corridas, la Policía retrocedía disparando al aire, un grupo de jóvenes rociaba de nafta la camioneta policial y la prendía fuego.
Vanesa seguía dentro del club sin enterarse de nada .
“En un momento la música paró, nos acercamos al escenario y le preguntamos a uno de los chicos de la banda qué pasaba. El nos dijo: ‘Mataron a una chica, a la hija del Carlitos Brizuela’. Y yo ahí no más quise salir”, cuenta.
Vanesa no pudo hacerlo porque para entonces las puertas del club habían sido cerradas para evitar desbordes. Desesperada, sacó su teléfono y empezó a llamar a su amiga. El celular sonaba y sonaba con una canción que Belén le había puesto algún tiempo antes, sin dar ninguna respuesta.
Era la cumbia más triste del mundo .
“Yo le dije: ‘Somos enanas, tacos’; ella me contestó: ‘Yo también, taquitos’. Lo raro es que Belén no era de vestirse, siempre andaba de zapatillas, pero ese día se puso re bonita y hasta le desfiló al papá en la casa antes de que yo la buscara”, recuerda ahora su amiga.
Esa noche, mientras los suboficiales Lucero y Mendoza ya hacían su ronda en una camioneta, varios de sus compañeros eran destinados a custodiar un baile en el club San Francisco , frente a la plaza. Tocaba por última vez en el año el grupo cuartetero Al Rojo Vivo .
“En esos bailes siempre hay pelea y por eso el padre de Belén no quería que ella fuera. Pero la dejó porque le dije que mi papá nos llevaba y a la salida nos iba a esperar afuera”, cuenta Vanesa.
La chica y su papá pasaron por la casa de Belén a las 0.35. El hombre las llevó a las dos en su moto a la plaza. Ahí, ellas se encontraron con otras tres amigas. Charlaron en un kiosco hasta que, a las 2 de la mañana, largó el baile y entraron al club . “Yo había llevado la cámara y Belén me decía que cuando cantara Julián, uno de la banda, se iba a subir al escenario para que le sacara una foto. Tenía fotos con todos menos con él, que al final esa noche no alcanzó a subir a cantar”, cuenta Vanesa.
Belén estaba de novia con Nicolás Palacios (21). La historia entre ellos bien podría inspirar una de esas cumbias románticas que la chica citaba casi a diario en su página de Facebook. Se habían conocido en la escuela nocturna de Aimogasta y, en cierta forma, pertenecían a mundos distintos: ella era la hija menor de una familia que no es la más rica, pero sí una de las más queridas del pueblo; él, en cambio, es el mayor de una familia pobre que vive en el barrio más temido y estigmatizado.
Unos dicen que eran novios desde hacía un año. Otros, que sólo se veían de vez en cuando. “Esa noche, Belén y Nicolás se estuvieron mandando mensajes, pero no los vi juntos”, cuenta Vanesa.
La tragedia los reuniría .
Esa noche, en el baile hubo cinco peleas entre distintos chicos. Ellas las ignoraron, se sacaron fotos y bailaron con amigos. Pero cuando estalló la sexta pelea, Belén vio que un policía sacaba a Nicolás del baile y decidió que se iba a ir afuera con él . “Se me acercó y me pidió que le tuviera los chicles. Después me señaló a dos chicas amigas suyas que estaban con nosotras, me dijo: ‘Cuidalas, ya vengo’. Y se fue”, dice Vanesa, sobre la última vez que se vieron .
Eran poco más de las 4 de la mañana del domingo 20 de noviembre. A esa hora, los policías Lucero y Mendoza escucharon en sus handys que había peleas en el baile del club y que sus compañeros estaban sacando a algunos chicos de adentro. Entonces, encararon con la camioneta hacia la plaza.
En los días posteriores, lo que pasó después pasó de ser una historia más o menos homogénea a tener variantes diametralmente opuestas (ver Una causa...
). La principal versión es la de Nicolás Palacios y su hermano Diego (17) “Nicolás había ido al baile con Diego y unos primos. Tipo cuatro tienen una pelea y los sacan. A Diego se lo lleva medio abrazado un policía que lo conoce y le dice: ‘Vayan, dejen de joder’”, cuenta a Clarín su madre, Beatriz. “Eran un grupo de siete y al salir fueron hasta la esquina de la plaza, adonde tenían un auto.
Nico iba de la mano con Belén adelante y el resto, atrás. Mientras ellos se despedían, los otros entraron al coche”.
En ese momento, aparecieron los policías Lucero y Mendoza. Les cruzaron la camioneta delante del auto y Lucero se bajó por el lado del acompañante. “Los policías les dicen que se vayan, ellos contestan que no hacen nada malo. Les insisten de mala forma y Diego les pide respeto. Ahí el policía petiso (Lucero) le dice: ‘¿Qué, sos bocón?’. Y lo golpea en la panza con el caño de la escopeta. Nico ve eso y le dice al petiso: ‘¿Qué te pasa?’. Entonces se baja el policía flaco (Mendoza), también con la escopeta, se va hacia él y empiezan a los empujones. En un momento, el petiso hace un tiro al aire y Nico suelta al flaco. Ahí, ese le da un culatazo en la cabeza que le abre un tajo en la frente y lo tira. Cuando Nico se levanta, Belén le ve la sangre y se acerca. Dicen que todo pasó en segundos: ella se arrima, se oye un segundo disparo y Belén cae seca. Ahí el policía flaco grita: ‘¿Qué hiciste?’ y el petiso dice: ‘Uy, qué hice’”.
Enseguida, en la plaza frente a la cual había caído muerta Belén se desataba el caos: había corridas, la Policía retrocedía disparando al aire, un grupo de jóvenes rociaba de nafta la camioneta policial y la prendía fuego.
Vanesa seguía dentro del club sin enterarse de nada .
“En un momento la música paró, nos acercamos al escenario y le preguntamos a uno de los chicos de la banda qué pasaba. El nos dijo: ‘Mataron a una chica, a la hija del Carlitos Brizuela’. Y yo ahí no más quise salir”, cuenta.
Vanesa no pudo hacerlo porque para entonces las puertas del club habían sido cerradas para evitar desbordes. Desesperada, sacó su teléfono y empezó a llamar a su amiga. El celular sonaba y sonaba con una canción que Belén le había puesto algún tiempo antes, sin dar ninguna respuesta.
Era la cumbia más triste del mundo .
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