28 de noviembre de 2011

Belén, de la pista de baile a la muerte más violenta

Las últimas horas de una víctima. Tenía 18 años. Dos policías se pelearon con su novio a la salida de un club de Aimogasta, en La Rioja, y ella recibió un escopetazo en la cabeza. El crimen, todavía no esclarecido, provocó una pueblada.
El sábado 19 de noviembre, en la víspera del asesinato que convulsionó al pueblo riojano de Aimogasta , los suboficiales Horacio Lucero (28) y César Alfredo Mendoza (27) se presentaron en la comisaría local a eso de las 20. Como casi todos los fines de semana, iban a cumplir juntos una guardia nocturna. Habían sido destinados a la seccional local hacía un año, pero hasta esta semana casi nadie los conocía de nombre . La mayoría se refería a ellos como el “policía petiso y el policía flaco que andan juntos en el patrullero”.
Belén Brizuela, en cambio, era nacida y criada en Aimogasta. Tenía 18 años, era la más chica de una familia muy conocida en el pueblo y la debilidad de su papá, Carlos, un folclorista famoso que además trabaja alquilando mesas, sillas o vajilla para fiestas. Esa misma tarde, más o menos a la misma hora en que los dos policías arrancaban su guardia, la chica comenzó a mandarse mensajes con su amiga Vanesa Avila (20) para arreglar cómo iban a ir vestidas esa noche a un baile.
“Yo le dije: ‘Somos enanas, tacos’; ella me contestó: ‘Yo también, taquitos’. Lo raro es que Belén no era de vestirse, siempre andaba de zapatillas, pero ese día se puso re bonita y hasta le desfiló al papá en la casa antes de que yo la buscara”, recuerda ahora su amiga.
Esa noche, mientras los suboficiales Lucero y Mendoza ya hacían su ronda en una camioneta, varios de sus compañeros eran destinados a custodiar un baile en el club San Francisco , frente a la plaza. Tocaba por última vez en el año el grupo cuartetero Al Rojo Vivo .
“En esos bailes siempre hay pelea y por eso el padre de Belén no quería que ella fuera. Pero la dejó porque le dije que mi papá nos llevaba y a la salida nos iba a esperar afuera”, cuenta Vanesa.
La chica y su papá pasaron por la casa de Belén a las 0.35. El hombre las llevó a las dos en su moto a la plaza. Ahí, ellas se encontraron con otras tres amigas. Charlaron en un kiosco hasta que, a las 2 de la mañana, largó el baile y entraron al club . “Yo había llevado la cámara y Belén me decía que cuando cantara Julián, uno de la banda, se iba a subir al escenario para que le sacara una foto. Tenía fotos con todos menos con él, que al final esa noche no alcanzó a subir a cantar”, cuenta Vanesa.
Belén estaba de novia con Nicolás Palacios (21). La historia entre ellos bien podría inspirar una de esas cumbias románticas que la chica citaba casi a diario en su página de Facebook. Se habían conocido en la escuela nocturna de Aimogasta y, en cierta forma, pertenecían a mundos distintos: ella era la hija menor de una familia que no es la más rica, pero sí una de las más queridas del pueblo; él, en cambio, es el mayor de una familia pobre que vive en el barrio más temido y estigmatizado.
Unos dicen que eran novios desde hacía un año. Otros, que sólo se veían de vez en cuando. “Esa noche, Belén y Nicolás se estuvieron mandando mensajes, pero no los vi juntos”, cuenta Vanesa.
La tragedia los reuniría .
Esa noche, en el baile hubo cinco peleas entre distintos chicos. Ellas las ignoraron, se sacaron fotos y bailaron con amigos. Pero cuando estalló la sexta pelea, Belén vio que un policía sacaba a Nicolás del baile y decidió que se iba a ir afuera con él . “Se me acercó y me pidió que le tuviera los chicles. Después me señaló a dos chicas amigas suyas que estaban con nosotras, me dijo: ‘Cuidalas, ya vengo’. Y se fue”, dice Vanesa, sobre la última vez que se vieron .
Eran poco más de las 4 de la mañana del domingo 20 de noviembre. A esa hora, los policías Lucero y Mendoza escucharon en sus handys que había peleas en el baile del club y que sus compañeros estaban sacando a algunos chicos de adentro. Entonces, encararon con la camioneta hacia la plaza.
En los días posteriores, lo que pasó después pasó de ser una historia más o menos homogénea a tener variantes diametralmente opuestas (ver Una causa...
). La principal versión es la de Nicolás Palacios y su hermano Diego (17) “Nicolás había ido al baile con Diego y unos primos. Tipo cuatro tienen una pelea y los sacan. A Diego se lo lleva medio abrazado un policía que lo conoce y le dice: ‘Vayan, dejen de joder’”, cuenta a Clarín su madre, Beatriz. “Eran un grupo de siete y al salir fueron hasta la esquina de la plaza, adonde tenían un auto.
Nico iba de la mano con Belén adelante y el resto, atrás. Mientras ellos se despedían, los otros entraron al coche”.
En ese momento, aparecieron los policías Lucero y Mendoza. Les cruzaron la camioneta delante del auto y Lucero se bajó por el lado del acompañante. “Los policías les dicen que se vayan, ellos contestan que no hacen nada malo. Les insisten de mala forma y Diego les pide respeto. Ahí el policía petiso (Lucero) le dice: ‘¿Qué, sos bocón?’. Y lo golpea en la panza con el caño de la escopeta. Nico ve eso y le dice al petiso: ‘¿Qué te pasa?’. Entonces se baja el policía flaco (Mendoza), también con la escopeta, se va hacia él y empiezan a los empujones. En un momento, el petiso hace un tiro al aire y Nico suelta al flaco. Ahí, ese le da un culatazo en la cabeza que le abre un tajo en la frente y lo tira. Cuando Nico se levanta, Belén le ve la sangre y se acerca. Dicen que todo pasó en segundos: ella se arrima, se oye un segundo disparo y Belén cae seca. Ahí el policía flaco grita: ‘¿Qué hiciste?’ y el petiso dice: ‘Uy, qué hice’”.
Enseguida, en la plaza frente a la cual había caído muerta Belén se desataba el caos: había corridas, la Policía retrocedía disparando al aire, un grupo de jóvenes rociaba de nafta la camioneta policial y la prendía fuego.
Vanesa seguía dentro del club sin enterarse de nada .
“En un momento la música paró, nos acercamos al escenario y le preguntamos a uno de los chicos de la banda qué pasaba. El nos dijo: ‘Mataron a una chica, a la hija del Carlitos Brizuela’. Y yo ahí no más quise salir”, cuenta.
Vanesa no pudo hacerlo porque para entonces las puertas del club habían sido cerradas para evitar desbordes. Desesperada, sacó su teléfono y empezó a llamar a su amiga. El celular sonaba y sonaba con una canción que Belén le había puesto algún tiempo antes, sin dar ninguna respuesta.
Era la cumbia más triste del mundo .

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